lunes, 2 de septiembre de 2013

Sintraime Yumbo Informa

El millonario y oscuro negocio del carbón: Auge y miseria en El Cesar colombiano


El 65% de los US$690 millones en carbón que importó Chile en 2011 provino de Colombia, y una tercera parte de éste, del Cesar. La periodista colombiana María Teresa Ronderos investigó cómo se produce ese carbón y recogió la historia de miseria y contaminación de los habitantes de la región que exporta más de US$ 3 mil millones, cuyas regalías se escurren por un agujero negro de corrupción el que también exhibe vínculos de multinacionales con paramilitares y asesinato de sindicalistas. Se estima un aumento de las exportaciones a US$6.500 millones. ¿Y qué pasará con los habitantes del Cesar?


 “Da vergüenza, uno rodeado de tanta riqueza y este pueblo que debiera brillar está acorralado por esas minas”, dice Lorenzo Arias, presidente de la junta de acción comunal de Plan Bonito, un caserío del municipio de El Paso, en Cesar, el segundo departamento productor de carbón al nororiente de Colombia.

Lo que dice Lorenzo Arias es literalmente cierto: los firmes alambrados amarrados por postes de concreto de las empresas carboneras encierran su pueblito de unas 200 casas. Al lado está la mina Calenturitas de la empresa Prodeco, filial de Glencore, la más grande multinacional suiza que domina el 50% de los mercados del metal de cobre del mundo. En 2010, Glencore exportó carbón por casi mil millones de dólares y la sola mina Calenturitas pagó US$34,2 millones de regalías al Estado colombiano, la mayor parte de éstas para invertir en el desarrollo de la zona donde se extrae el carbón.

Sin embargo, los millones no brillan en Plan Bonito. De aquel vividero sabroso, de gente humilde que sembraba yuca y ñame en tierras ajenas y pescaba bocachico y bagre en el vecino río de Calenturitas, ya no queda casi nada. Desde que despegó la bonanza minera hace un lustro, lo llaman el pueblo de las dos mentiras: ya ni es plan ni es bonito.
Sus habitantes siguen siendo igual de pobres, pero la vida les empeoró. Ya no tienen acceso a parcelas para trabajar ni pueden bajar al río a pescar. El río lo desviaron y por donde corre ahora, hay guardias privados que muchas veces no los dejan entrar. Al que no tiene trabajo en las minas ni tienda para venderles algo a los mineros, la comida le escasea.
Las explosiones que remecen el pit de la Calenturitas no sólo averían sus viviendas: también provoca que las venenosas serpientes bocadorada y cascabel que están en la maleza, huyan a esconderse en las casas. “Hay que estar mirando a los niños”, dice un lugareño.

Como el pueblecito está partido en dos por la vía que va de La Jagua a La Loma y que le sirve de arteria a los emprendimientos mineros de la zona, las tractomulas que pasan de día y de noche cargados de carbón no dejan dormir y esparcen una estela de polvillo negro. Son camiones en su mayoría de Prodeco, pues esta vía conecta su mina de Calenturitas con la de La Jagua, situada en el camino a la cordillera que colinda al oriente con Venezuela.

La carbonilla flota siempre en el aire caliente de Plan Bonito. Cuentan allí que el bebé de Nelsy apenas nació se afectó de los pulmones y que Dionisia Ochoa de 66 años, Augusto Jiménez de 57 e Isidro Sosa de 40, andaban asfixiados cuando murieron. El agua de pozo profundo antes limpia y clara ahora se tornó oscura. Nunca llegó el alcantarillado. La Fundación Calenturitas de Prodeco hizo una escuelita pero la entrada es un charco, pues no quedó adoquinada. En su interior se ven unos viejos pupitres, que según contaron los vecinos, se los donaron los profesores del vecino pueblo de El Hatillo, otra aldea que quedó cercada por las minas.

Varios hombres en Plan Bonito se han beneficiado como contratistas enganchados por las bolsas de empleo, o directamente como empleados de las minas: pueden ganar más de seis veces los salarios que conseguían como jornaleros agrícolas. En total, son 25 mil los empleos directos o indirectos que ofrecen las minas. Y los efectos se ven: ahora los “drummeros”, como les dicen a los mineros por esas tierras pues es la norteamericana Drummond la más grande carbonera de la zona y emplea a unas 10 mil personas, gastan más, beben, estrenan mujeres, y el billar del pueblo vive lleno.

La Glencore empezó una negociación con los habitantes de Plan Bonito para comprarles sus casas y darles indemnizaciones por los daños causados. Algo parecido estaba haciendo la Vale con los de El Hatillo, pero en medio de las negociaciones, la gente, desesperada, bloqueó las vías y esto llevó al Ministerio de Medio Ambiente a dictar varias resoluciones para obligar a las empresas a mejorar la calidad del aire y a algunas de ellas, a hacer bolsa común y asumir el reasentamiento de Plan Bonito y El Hatillo, además de Boquerón, otro poblado que el ministerio consideró muy contaminado.


MALOS VECINOS

Para entrar a El Hatillo, el otro pueblo de 150 casas que también tiene que ser reasentado, hay que pasar por un lodazal colmado de basura: allí bota el boyante pueblón de La Loma sus desperdicios. Después se ven sus casas sencillas de paredes de bahareque y techos de palma. El paisaje de fondo es una árida colina que sirve de botadero de la mina del mismo nombre, El Hatillo. La mina es explotada por la Vale Coal, una filial de la multinacional brasilera Vale, la principal productora de hierro del mundo. En 2010, Vale exportó US$148 millones desde El Hatillo.

A unos 800 metros de El Hatillo está la mina La Francia, de propiedad de la Colombian Natural Resources. Esta mina era de Coal Corp., una empresa de ex directivos de la petrolera estatal venezolana PVDSA, hoy socios mayoritarios de Pacific Rubiales, registrada en la bolsa de Toronto. Con La Francia les fue mal: es una mina difícil de explotar por la forma de sus depósitos y acumuló agua. Al parecer, según dijeron a CIPER, para proteger un contrato de venta a una caldera en Estados Unidos, un directivo, asociado a Goldman Sachs, consiguió que esta firma se quedara con la mina. Y hoy este poderoso banco de Wall Street es dueño de La Francia y, junto con Drummond, Glencore, Carbones del Cesar y Vale, es socio de Fenoco, la empresa que tiene la concesión para operar los trenes que sacan el carbón desde el centro del Cesar hasta los puertos en la costa Caribe, desde donde sale al exterior. (Ver tabla Las mineras de carbón del Cesar).